13 noviembre 2006

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VERDADERO PENSAMIENTO DE NIETZSCHE
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SU PENSAR AL DESCUBIERTO

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¿DESEA CONOCER LO MEDULAR DEL PENSAMIENTO DE NIETZSCHE? ¡ENVÍENOS SU CONSULTA!

Si desea conocer lo medular del pensamiento de Nietzsche, puede enviarnos su pregunta a doalmartinezl@gmail.com o dejar sus comentarios en este blog.

¿CONOCE EL PENSAMIENTO DE NIETZSCHE?
Sobre Nietzsche se ha escrito mucho, se ha debatido demasiado, y, sin embargo se lo ha leído poco o mal. El ruido entorno a su pensamiento solo nos ha llevado a un mayor estado de confusión, al punto que no se ha logrado acceder realmente a su pensamiento.

Si QUIERE ACCEDER A SU VERDADERO PENSAMIENTO, le invitamos a participar en este espacio. Envíenos sus comentarios, preguntas u opiniones tanto sobre los trabajos publicados como sobre las interrogantes que se nos presentan a la hora de intentar conocer de verdad a Nietzsche.

02 noviembre 2006

Nietzsche: ¿Contradictorio? ¿Negativo? ¿Enigmático? ¡No! Es Excepcional

NIETZSCHE:
¿CONTRADICTORIO? ¿NEGATIVO? ¿ENIGMÁTICO?
¡NO!... ES EXCEPCIONAL


Su pensamiento es inaudito. Por consiguiente, inaudita es la explicación que aquí desarrollaremos, completamente ajustada a sus dichos; en una progresiva eliminación de contradicciones iremos develando el por qué surgieron erróneamente estos calificativos y un sinnúmero de interrogantes que hasta la actualidad lo han hecho permanecer incomprendido.
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Comenzaremos por su acepción de “verdad”: “Fui el primero en descubrir la verdad porque fui el primero en considerar la mentira como tal, a sentirla como mentira”. Ante semejante afirmación, se supone que no hay un raciocinio lógico desde los conceptos existentes para enfrentarse a ella. Nuestra razón la rechaza por no encontrarle asidero alguno.
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Nietzsche, refuta los conceptos culturales, los que devienen de mitos ascendientes y de situaciones oníricas, que pasaron de mito a transformarse en creencias y éstas intervinieron en la conformación de los valores encontrándose los diferentes conceptos de verdad incorporados a ellos. Por consiguiente las verdades conocidas tienen su origen en invenciones; no son ciertas, son mentiras, son falsas.
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Lo medular de su pensamiento consiste en una eliminación de prejuicios de origen falso que se encuentran en los valores morales devenidos de
creencias. En el transcurso del tiempo, generalmente el mito que generó la creencia quedó olvidado, pero su efecto persiste en los valores morales rigiendo, sin que nos demos cuenta, a las diferentes culturas. Liberarse de estos conceptos falsos es lo que él llama “liberar el espíritu”.
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Nosotros somos “espíritus esclavos”, dominados por prejuicios de origen falso que limitan nuestra capacidad de pensar. Él fue un “espíritu libre”. Se liberó de toda creencia valórica quedando con una amplísima capacidad de pensamiento ajustada a la naturaleza humana. Creer, es incapacidad de pensar, de analizar algo que se contraponga a la creencia. Nietzsche, fue un perceptor de la realidad conceptual. Esa es “su verdad”. No es una verdad más. No es “su verdad”. Es la realidad conceptual libre de conceptos falsos, inventados, que menoscaban la vida y el desarrolllo del intelecto humano.
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Este concepto de “otra realidad” es lo que ha dificultado la comprensión de su pensamiento, debido a que para percibirla se debe tener liberado el espíritu. Él dice: “para comprenderlo hay que vivirlo”; es decir, experimentarlo. Por consiguiente para que la lectura de Nietzsche resulte coherente, sin contradicciones y erradas interpretaciones hay que imponerse el supuesto de que él accedió a una realidad conceptual liberada de falsedades que permanece velada para nosotros.
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Nueve años después de la primera edición de “Humano, Demasiado Humano”, le adjuntó un prólogo muy importante en el que relata el proceso de su propia experiencia de “liberación del espíritu”, y lo medular de su pensamiento; de cómo se le produjo la capacidad de percibir la realidad conceptual, en una completa limpieza de acepciones de origen falso que la mantienen velada. Transcribiremos a continuación el primer capítulo del prólogo de “Humano, Demasiado Humano” y, más abajo, lo expondremos en un lenguaje más accesible.
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PREFACIO
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Se me ha dicho muy a menudo, y siempre con profunda extrañeza, que había algo de común y característico en todos mis trabajos, desde “Origen de la tragedia” hasta el último publicado “Preludio a una filosofía del porvenir”: todos ellos contienen –se me ha dicho– lazos y redes para pájaros imprudentes, y casi una continua y latente incitación a la inversión de todos los valores habituales y de todas las costumbres aceptadas. ¿Cómo, acaso sería todo humano, demasiado humano? Con este suspiro –se dice– es como se sale de mis obras, no sin una especie de horror e incluso de desconfianza respecto de la moral, más aún, no mal dispuesto y animado a ser alguna vez el defensor de las cosas peores, como si acaso no fuesen estas las más calumniadas. Se ha llamado a mis libros escuela de decepción; más aún, de menosprecio, pero felizmente también de valor, y hasta de temeridad.
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En realidad, yo mismo no creo que nadie haya considerado nunca el mundo con una decepción tan profunda, y no solamente como abogado del diablo en caso necesario, sino también como, para emplear el lenguaje teológico, como enemigo y como litigante de Dios; y quien sabe adivinar algo de las consecuencias que encierra toda decepción profunda, algo de los estremecimientos y de las angustias de la soledad, a las cuales condena toda absoluta diferencia de puntos de vista, quién está afligido por ella,comprenderá también cuanto he intentado para descansar de mí mismo momentáneamente, de ponerme a cubierto en alguna parte..., en cualquier respecto, ya sea hostilidad, ciencia, frivolidad o estupidez; y por qué también cuando no encontraba lo que me hacía falta, he tenido que proporcionármelo mediante artificio, tan pronto por falsificación como por invención (¿y qué han hecho siempre los poetas, por lo demás?, ¿y por qué se ha hecho, pues, todo el arte del mundo?).
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Ahora bien, lo que cada vez me hacía más falta, para mi curación y mi restablecimiento, era la creencia de que no era el único en ser de este modo, en ver de este modo: un mágico presentimiento de parentesco y semejanza en la manera de ver y de desear, un descanso en la confianza de la amistad, una ceguera a dúo sin sospecha y sin duda, un goce por los primeros planos, por la superficie, por lo próximo, por lo vecino, por todo lo que tiene color, piel y apariencia.
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Quizá se me pueda reprochar a veces, a este respecto, alguna especie de “artificio”, alguna sutil moneda falsa: por ejemplo, que he cerrado los ojos, deliberada y conscientemente, al ciego deseo que Shopenhauer muestra por la moral, en una época que yo era ya bastante clarividente tocante a la moral; ítem, que me he engañado a mí mismo respecto al incurable romanticismo de RichardWagner, como si fuese un comienzo, no un fin; ítem respecto a los griegos,ítem respecto a los alemanes y su porvenir..., y tal vez haya aún una largalista de otros ítems. Pero, aun suponiendo que todo esto fuera cierto y que se me reprochase con derecho, ¿qué sabéis vosotros, que podéis saber de cuánta astucia, instinto de conservación, razonamiento y precaución superior hay en semejantes engaños de sí mismo..., y lo que me falta aún de falsedad para que pueda permitirme constantemente el lujo de mi verdad?...
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Basta, aún vivo; y la vida no es, después de todo, una invención de la moral; la vida desea el engaño, vive del engaño...; pero ¿verdad?, he aquí que ya vuelvo a las andadas y hago lo que siempre he hecho yo, viejo inmoralista y pajarero, y hablo de manera inmoral, extramoral, “más allá del bien y del mal”.

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A CONTINUACIÓN, el mismo capítulo traducido a un lenguaje más fácil de leer en el que fueron reemplazadas las metáforas por sus significados.

PRÓLOGO DE HUMANO, DEMASIADO HUMANO

En todos mis trabajos, desde “Origen de la Tragedia” hasta el último que he publicado, “Preludio a Una Filosofía del Porvenir”, frecuentemente, y siempre muy extrañados, han encontrado que en ellos hay algo común que los caracteriza, y es que contienen un atractivo que cautiva a lectores que se atreven a salir de lo establecido, a elevarse en el pensamiento, en el conocimiento, y contienen un permanente potencial que invita a desafiar e invertir los valores establecidos y las costumbres aceptadas culturalmente.
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Se preguntan con extrañeza: ¿será cierto que todo es humano? ¿será cierto que lo divino, misterioso y sobrenatural no existe? Salen de mis obras con una cierta desconfianza y algo horrorizados de los conceptos morales habituales por los que siempre se han regido, sin embargo, dispuestos e interesados en investigar si efectivamente los conceptos morales calificados hasta ahora como “malos”, en una realidad conceptual sean “buenos” a la vida, y si así fuese, abogar por ellos. Se dice que mis libros enseñan decepción y desprecio, pero felizmente perciben en ellos también una enseñanza de valentía que llega a ser hasta un atrevimiento imprudente, loco, en mi enjuiciamiento de la moral.
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Realmente, yo mismo no sé de nadie que haya tenido la capacidad de percibir el mundo con tan completa imparcialidad colocándose en todas las perspectivas existentes y captar sus decepcionantes conceptos. Si alguien pudiera imaginar las consecuencias de estar totalmente solo en una completa diferencia de pensamiento, de puntos de vista, de percepción desde la cual es observable hostilidad, confundida ciencia, frivolidad o estupidez que contienen todos los puntos de vista establecidos. Y por no encontrar los valores que me hacían falta he tenido que crearlos falsificando lo que se tiene por verdad, es decir, transformando sus verdades en mentiras o inventando nuevos valores ¿además, es lo que siempre han hecho los poetas para crear? ¿y por qué se ha hecho, pues, todo el arte en el mundo?; por el instinto de crear.
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Ahora bien, lo que cada vez me hacía más falta para salir restablecido de este proceso que denomino enfermedad hacia una curación que significa comenzar a percibir y a cuestionar la falsedad conceptual, era la creencia, la ilusión de no ser el único que percibía la realidad; un presentimiento, un deseo de que alguien con alguna similitud compartiera mis vivencias de gozar lo que se nos presenta a la vista, por lo terrenal, por lo que nos rodea. Quizá se me pueda reprochar haber intentado ver en Shopenhauer algo rescatable de sus conceptos de la moral, como también de Richard Wagner, el que cayó en un incurable romanticismo, también respecto a los griegos, a los alemanes y su futuro... y tal vez a una larga lista de otros también. Pero, aún suponiendo una injusticia en estos reproches ¿qué podéis saber vosotros de cuánta astucia, instinto de conservación, razonamiento y precaución superior apliqué en semejantes engaños que me hice a mí mismo... y lo que me falta aún para seguir falsificando, engañando las verdades morales transformándolas en lo que realmente son: mentiras, y permitirme el lujo de mi verdad, que es la realidad.
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La vida no es una invención de la moral, prueba de ello es que sin moral aún vivo. La vida desea el engaño, es decir, desea que le transformen sus falsas verdades, engañándolas, en lo que realmente son: en mentiras, pero ¿verdad? ¿qué saben Uds. qué es la verdad? Nos damos vueltas en lo mismo y hago lo que siempre he hecho: atacar la moral establecida y dedicarme a cautivar individuos que tengan el atrevimiento de pensar por sobre los valores habituales, y hablo desde una perspectiva desde la cual no se pueden considerar los actuales valores morales y los conceptos establecidos como “bueno y malo”.
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Nietzsche, confecciona largas frases de amplio contenido en las que coloca el sujeto al final del predicado. Deben ser leídas completas, sin pausas, para no extraviarse con respecto a lo que está diciendo. Si no se comprendió en la primera lectura, debe reelerse completa. Constantemente está cambiando sus afirmaciones desde dos perspectivas opuestas: desde la realidad percibida por él y desde la percepción común. Hay que estar muy atento a cuándo se produce el cambio, de lo contrario se le leerá una contradicción.
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También utiliza mucho la ironía desde una perspectiva y otra. Es importante tener siempre presente que toda su temática está sujeta a estos dos puntosde vista, el de su percepción de la realidad y la percepción común. Repasando el texto, el lector descubre en qué momento confundió la perspectiva utilizada por Nietzsche, resultando una eliminación de contradicciones.
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En este primer capítulo del prólogo hace referencia a “las cosas peores”, calificadas de malas, maldad, las que contrariamente él las califica de buenas; en “Más Allá Del Bien y Del Mal” Nietzsche, descalifica los conceptos de bueno y de malo incorporados en nuestros valores. Considera que lo definido como bueno es atentatorio a la vida, un impedimento al desempeño de la naturaleza humana. En cambio, conceptos que tenemos por malos; deberían ser buenos.
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Apliquemos un ejemplo extremo, de la actualidad: Cierta cultura practica como buena la extirpación de los genitales femeninos, el no hacerlo, es malo. Antiguamente se consideró bueno quemar herejes, concepto que se modernizó, actualmente es malo, se invirtió; “transmutación de los valores”, inversión de los valores; de Nietzsche. Para nosotros está completamente claro que matar herejes y extirpar genitales es una aberración. Sin embargo, nuestros valores están tan contaminados de conceptos falsos que nos impiden un análisis ajustado a la realidad, por ejemplo en asuntos como la legitimidad de una guerra; en la que justificamos matar al opositor.
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Cuando dice: “no mal dispuesto y animado a ser alguna vez el defensor de las cosas peores, como si acaso no fuesen éstas las más calumniadas”. Está refiriéndose a que algunos que leen sus obras atisban una posibilidad de que efectivamente lo que la moral considera malo esté falsificado, calumniado, y en una futura inteligibilidad resulte bueno; en ese caso se estaría dispuesto a defender la nueva perspectiva valórica que se contrapone a la que anteriormente se tenía. Desde su percepción de la realidad supone que nadie ha llegado como él acaptar tan profundamente lo decepcionante que son los valores establecidos, desde todas las perspectivas existentes contaminadas con falsedades.
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Su perspectiva, su absoluta diferencia de punto de vista, lo condena a una soledad de pensamiento. Quién esté afligido por esa soledad comprenderá sus intentos para protegerse respecto a la hostilidad que esto genera en los demás, de una ciencia contaminada con falsos valores, de una ligereza de pensamiento o estupidez devenida de una falsedad valórica. Es por lo que cuando no encuentra lo que le hacía falta, lo fabricaba; tan pronto por falsificación de verdades de los valores transformándolos en mentiras y viceversa, como también inventando valores nuevos.
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Lo que cada vez le era más necesario para continuar liberando su espíritu era suponer que no estaba totalmente solo en su pensamiento. Y así tomar en cuenta lo rescatable de Shopenhauer, sin considerar su ceguera ante los valores morales. Y lo rescatable de Ricardo Wagner, considerando que estaba en un comienzo de romanticismo y no en un incurable romanticismo final. Dice: “y lo que falta aún de falsedad para que pueda permitirme constantemente el lujo de mi verdad”. Está diciendo que tiene aún que desenmascarar muchas verdades, falsearlas, engañarlas, para que se conviertan en lo que en la realidad son: en mentiras. Dice que a pesar de haberse desprendido de los valores morales puede seguir viviendo, porque la vida no fue inventada por la moral, y la naturaleza de la vida necesita para su desarrollo que se continúe engañando a los falsos conceptos considerados como verdades, que la limitan, para transformarlos en mentiras.
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Dice: “viejo inmoralista y pajarero”. Inmoralista porque destruye losv alores morales establecidos. Pajarero, porque intenta cautivar, interesar a los que tienen una cierta capacidad de pensar por sobre los conceptos, por sobre los valores habituales, volar sobre ellos, irse despojando de los frenos que estos imponen para que vayan “liberando sus espíritus” de conceptos falsos y accedan a la realidad conceptual descontaminada, limpia, sujeta a la naturaleza, no sujeta a erradas concepciones de bien y de mal, en la que todo ha sido tergiversado por las creencias.

DAML

18 octubre 2006

El verdadero pensamiento tras "Humano, demasiado humano"

A continuación transcribimos los siete capítulos restantes de HUMANO, DEMASIADO HUMANO con sus respectivas explicaciones. (Destacamos en color azul el texto de Nietzsche; en negro nuestras versiones).

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Por consiguiente, cuando alguna vez he tenido necesidad de ello, he inventado también para mi uso particular los “espíritus libres”, a quienes dedico este libro de desaliento y entusiasmo a un tiempo, intitulado Humano, demasiado humano: “espíritus libres” de este género no los hay ni los ha habido nunca, pero yo tenía entonces –como he dicho– necesidad de su compañía para estar de buen humor entre malos olores (enfermedad, aislamiento, exilio, acedia, inactividad), como valientes compañeros y fantasmas, con los que se bromea y se ríe, cuando se tienen ganas de bromear y de reír, y a quienes se envía al diablo cuando se ponen cargantes, como compensación de los amigos que me faltaban. Yo seré el último que ponga en duda que un día pueda haber espíritus libres de este género, que nuestra Europa cuente entre sus hijos de mañana y de pasado mañana con semejantes compañeros, alegres, y atrevidos, corporales y tangibles, y no solamente, como en mi caso, a título de esquemas y de sombras que se le aparecen a un anacoreta. Ya les veo llegar lenta, lentamente; ¿y acaso no hago yo algo para apresurar su llegada, cuando describo anticipadamente bajo qué auspicios los veo nacer, por qué camino los veo llegar?

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Por consiguiente, cuando alguna vez he tenido la necesidad de estar acompañado en mi pensamiento, he inventado para no estar solo, a los “espíritus libres” a quienes dedico este libro que los valores culturales establecidos califican de desaliento, en cambio yo, de entusiasmo, intitulado “Todo es humano, y ni siquiera se aproximan a imaginar, a comprender lo demasiado humano que es”; personas “liberadas de falsos conceptos” a este grado, no existen y no han existido nunca, pero como he dicho tenía que cuidar mi estado de ánimo de los malos humores que me rodeaban (enfermedad, aislamiento, exilio, flojera espiritual e inactividad), por lo que los inventé como valientes compañeros y fantasmas, con los que se bromea y se ríe, cuando se desea, y se despiden cuando aburren, en reemplazo de los amigos que me faltaban. No dudo que en futuras generaciones se produzcan en nuestra Europa “espíritus libres” de este grado, compañeros alegres y valientes, tangibles, de cuerpo y hueso, humanos, y no como en mi caso que para estar acompañado los invento, los formo como fantasmas, esquemas y sombras a propia voluntad para entretenerme con ellos, similar a las alucinaciones que se les aparecen involuntariamente a los anacoretas y no se percatan que son producidas por sus propios cerebros. Veo que lentamente el ser humano va liberando su espíritu, su mente de conceptos falsos, de generación en generación; ¿y acaso no colaboro yo algo para apresurar el proceso, cuando comunico lo que se necesita para que comiencen a liberarse, y qué medidas y rumbos deben tomar los seres humanos para lograrlo?

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Podemos esperar que un espíritu en el que el tipo de “espíritu libre” debe un día madurar y sazonarse hasta que la perfección tenga su aventura decisiva en un acto de desligamiento, y que antes no haya sido más que un espíritu esclavo que parecía encadenado para siempre a su rincón y a su columna. ¿Cuál es la ligadura más sólida? ¿Cuáles son sus lazos casi imposibles de romper? Entre los hombres de una especie rara y exquisita, serán los deberes: el respeto tal como conviene a la juventud, la timidez y el enternecimiento a todo le que es antiquísimamente venerado y digno, el reconocimiento al suelo que lo ha sustentado, a la mano que le ha guiado, al santuario en que aprendió a rezar ..., lo que lo obligue más duramente. La gran liberación para los esclavos de esta índole se opera repentinamente, como un temblor de tierra: el alma joven se siente de golpe agitada, desligada, arrancada, ella misma no comprende lo que sucede. Es una instigación, una impulsión que se ejerce y se adueña de ellos como una orden, se despierta una voluntad, un deseo de ir adelante, sea donde sea y a toda costa; una violenta y peligrosa curiosidad hacia un mundo no descubierto flamea y resplandece en todos sentidos. “Antes morir que vivir aquí”: así habla la voz imperiosa de la seducción, ¡y este “aquí”, este “entre nosotros” es todo lo que ella ha amado hasta ahora!. Un miedo y una desconfianza súbitos de todo lo que amaba; un relámpago de menosprecio hacia lo que ella llamaba su “deber”; un deseo sedicioso, voluntario, impetuoso como un volcán, de viajar, de expatriarse, de alejarse, de refrescarse, de despejarse, de serenarse; un odio hacia el amor; quizá un paso y una mirada sacrílega hacia atrás, allá, donde hasta ahora ha amado y rezado; quizá un rubor por lo que acaba de hacer, y un grito de alegría al mismo tiempo por haberlo hecho, un estremecimiento de embriaguez y de placer interior, en el que se revela una victoria –¿una victoria?, ¿sobre qué?, ¿sobre quién?, victoria enigmática, problemática, sujeta a caución, pero que es, en fin, la primera victoria–: he ahí los males y dolores que comprenden la historia de esta liberación. Es al mismo tiempo, una enfermedad que puede destruir al hombre, la explosión primera de fuerza y de voluntad de determinarse a sí mismo, de estimarse a sí mismo, la voluntad del libre querer: ¡Y qué grado de enfermedad se descubre en las pruebas y las extravagancias salvajes mediante las cuales el emancipado, el liberado, trata en delante de demostrar su dominio sobre las cosas!. Lanza en torno suyo crueles dardos, con una avidez insaciable; paga su botín con la peligrosa excitación de su orgullo; desgarra lo que le atrae. Con una malévola sonrisa, revuelve todo lo que está vedado por algún pudor: trata de ver lo que parecen las cosas cuando se las pone al revés. Por puro capricho, y complacencia en el capricho, es por lo que tal vez concede ahora su benevolencia a lo que hasta aquí tenía mala reputación: es por lo que merodea, curioso e indagador, por los alrededores de lo prohibido. En el fondo de sus agitaciones y desbordamientos –pues, al mismo tiempo, está inquieto y sin monte, como un desierto– se alza el punto de interrogación de una curiosidad cada vez más peligrosa. “ ¿No se podrían volver todas las medallas?, ¿y el bien no podría ser el mal? ¿ y Dios no ser más que una invención y una truhanada del diablo? En último análisis, ¿no podría ser falso todo? Y si nos sentimos engañados, ¿no nos sentimos también por eso engañadores? ¿Será preciso también que seamos engañadores?” He ahí los pensamientos que le guían y extravían, llevándole cada vez más adelante, más lejos. La soledad, esa temible diosa y mater saeva cupidinum, le retiene en su círculo y en sus anillos, cada vez más amenazadora, más asfixiante, más opresiva; pero ¿quién sabe hoy lo que es la soledad?

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Es posible que un espíritu en el que el tipo de “espíritu libre” se vaya formando y acrecentando hasta llegar a una percepción en la que quede completamente desligado de ataduras conceptuales que lo mantenían esclavizado, encadenado a sus convicciones pueda lograrlo, pero ¿cuál es la ligadura más sólida que se lo impide? ¿Cuáles son los lazos casi imposibles de romper? Entre los hombres que se elevan en el pensamiento, serán los valores que los rigen: el respeto que los jóvenes, por conveniencia tienen a los adultos, la timidez y la emoción ante todo lo que por generaciones se ha venerado y dignificado, el patriotismo, la educación recibida, la religión que le enseñan y aceptó... serán las barreras más difíciles de romper. La gran liberación para los esclavos de esta índole, se produce repentinamente, como un temblor de tierra: brota una espiritualidad del alma pura, una excitación, una clarificación de conceptos, ella misma no comprende lo que sucede. Es una instigación, un impulso que se adueña de ellos como una orden; brota una voluntad, un deseo de avanzar en el conocimiento en general, una curiosidad por seguir descubriendo este mundo maravilloso no descubierto que comienza a presentarse en todos sus sentidos, sin temor a violentar conceptos con todos los inconvenientes que esta acción le acarrea al no ser comprendido por los demás. “Antes morir que seguir viviendo como lo había hecho hasta ahora en la común conceptualidad”. Así es de significativa la claridad inteligible que se produce, dándose cuenta de la insignificancia de las cosas que había amado en la antigua valorización de conceptos. Se produce una desconfianza súbita de todo lo que había amado, un relámpago impetuoso de despreciar sus antiguos valores, una rebelión voluntaria, consciente, un deseo impetuoso de abandonar los encadenamientos, de seguir clarificándose, de tranquilizarse en este nuevo estado mental; un odio a lo que malamente había llamado amor, un avance con visión “sacrílega” (desde el concepto cultural) a todo lo que había amado y rezado, un rubor y alegría por lo que le está sucediendo, un estremecimiento de embriaguez y de placer interior en el que se revela una victoria ¿sobre qué? ¿Sobre quién?
Victoria enigmática, problemática, sujeta a precaución, pero que es, en fin, la primera victoria: he ahí los males y dolores que componen el proceso de esta gran liberación. Es, al mismo tiempo, una enfermedad que puede destruir al hombre, puede trastornarlo la primera explosión de fuerza y de voluntad de mandarse a sí mismo, de estimarse a sí mismo, la voluntad de actuar con libertad: ¡Y qué grado de enfermedad se descubre en las experiencias y extravagancias salvajes por las que el liberado trata de explicar su dominio de los conceptos. Lanza en torno suyo “crueles” afirmaciones (crueles desde la perspectiva común) sin importarle sus consecuencias; paga la riqueza de su inteligencia con la peligrosa excitación de su orgullo al no ser comprendido; desgarra, revisa lo que le atrae. Con maldad sonriente (porque no lo considera maldad) revuelve todo lo que está vedado por algún pudor, lo prohibido: Trata de ver lo que aparece cuando se invierten los valores. Por puro instinto y complacencia en el instinto, es por lo que tal vez concede ahora su benevolencia a lo que era considerado malo; es por lo que indaga curiosamente en lo prohibido. En el fondo de sus agitaciones y desbordamientos (pues, al mismo tiempo está inquieto y sin rumbo, como en un desierto) se alza el punto de interrogación de una curiosidad más peligrosa. ¿No se podrían invertir todos los valores? ¿Y el bien no podría ser el mal? ¿Y Dios no ser más que una invención y una truhanada del diablo? En último análisis, ¿no podría ser falso todo? Y si nos sentimos engañados ¿no nos sentimos también por eso engañadores?, engañadores del engaño. He ahí los pensamientos que le guían (aunque para el concepto común es un extravío), llevándole cada vez más adelante en el conocimiento. La soledad, esa terrible diosa y mater saeva cupidinum, lo oprime cada vez más amenazadora; pero nadie sabe hoy lo que es estar en una completa soledad de percepción.

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Desde este aislamiento enfermizo, desde el desierto de estos años de aprendizaje, queda aún mucho trecho hasta esa inmensa seguridad y salud desbordante, que no puede prescindir de la enfermedad misma, como medio y anzuelo del conocimiento; hasta esa libertad madura del espíritu, que es también dominio de sí mismo y disciplina del ánimo, y que permite el acceso a modos de pensar múltiples y opuestos; hasta ese estado interior, saturado y hastiado del exceso de riquezas, que excluye el peligro de que se pierda el espíritu, por así decir, en sus propias vías, y que se enamorisque en alguna parte y permanezca sentado en cualquier rincón; hasta esa superabundancia de fuerzas plásticas, medicatrices, educadoras y reconstituyentes, que es justamente el signo de la gran salud, esa superabundancia que da al espíritu libre el privilegio peligroso de poder vivir a título de experiencia y de entregarse a las aventuras: ¡el privilegio de dominio del espíritu libre! A partir de aquí, puede que tenga largos años de convalecencia, años llenos de fases multicolores, mezcladas de dolor y de encanto, dominadas y frenadas por una tenaz voluntad de estar sano, que ya se atreve a menudo a vestirse y a disfrazarse de salud. Hay aquí un estado intermedio del que un hombre así destinado no puede acordarse después sin emoción: disfruta como una luz, un goce de sol pálido y delicado, un sentimiento de libertad de pájaro, de petulancia de pájaro, una combinación en que se reúnen la codicia y un tierno menosprecio. “Un espíritu libre”: esta fría expresión es bienhechora en este estado, casi reconforta. Se vive, sin estar ya en los lazos del amor y del odio, sin Sí y sin No, voluntariamente cerca, voluntariamente lejos, complaciéndose sobre todo en escapar, en evadirse, en alzar el vuelo, tan pronto huyendo como elevándose a aletazos; se está hastiado como todo hombre que ha visto una vez por debajo de sí una inmensa multiplicidad de objetos, y se llega a ser lo contrario de los que se preocupan de cosas que no les conciernen. En realidad, lo que concierne al espíritu libre es en lo sucesivo solamente cosas –¡y cuántas cosas!– que no le preocupan ya...

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Desde este aislamiento y enfermedad solitaria de aprendizaje, que es como denomino al proceso de liberar el espíritu, la mente; queda mucho trecho en el que no se puede prescindir del proceso como camino hacia el conocimiento; hasta llegar a esa inmensa seguridad y salud desbordante; hasta esa liberación completa del espíritu en donde se produce un dominio de sí mismo y un control del ánimo que permite además en una gran inteligencia acceder a todos los modos de pensar existentes y comprenderlos con sus errores conceptuales que los componen. En ese estado mental pleno de inteligencia y percepción inteligible queda excluido el espíritu, la mente, de ser dominado, esclavizado por convicciones. Se produce una superabundancia de funciones del cerebro, un dominio mental que indica que se está en un estado de gran salud en el cual se comienza a experimentar vivencias, aventuras en el conocimiento. (Peligrosas, porque la percepción común no tiene acceso a ellas ni la capacidad de comprenderlas). A partir de aquí, puede que tenga largos años de asentamiento, años de múltiples situaciones controladas por una propia voluntad de seguir avanzando, pero ya se atreve a considerarse en óptimo estado mental. Hay aquí un estado intermedio que al que le sucede lo recuerda con emoción: disfruta de una iluminación, de una cálida y delicada sensación de agrado, un sentimiento de libertad donde el pensamiento se eleva por sobre todo lo establecido, en una completa comprensión, una combinación en que se junta el interés por adquirir mayor conocimiento de la realidad, un sensible y respetuoso menosprecio de los errores conceptuales de los espíritus esclavos. Un “espíritu libre”: esta fría expresión es bienhechora en este estado, reconforta. Se vive, sin estar sujeto a falsos conceptos de amor y odio. Con un voluntario acceso a todos los pensamientos existentes y con capacidad de analizarlos y desechar todo lo falso que contienen, falsedades que ya no le preocupan por haberlas descartado de la realidad, por ser conceptos que fue inventando el hombre. ¡Y cuántas cosas! que no le preocupan ya...

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Un paso más en la curación: y el espíritu libre se acerca a la vida, lentamente, es cierto, casi de mala gana, casi con desconfianza. De nuevo, todo se vuelve más cálido en torno a él, más dorado, por así decir; sentimiento y simpatía adquieren profundidad, y brisas tibias de toda especie soplan por encima de él. Se encuentran casi como si sus ojos se abriesen por primera vez a las cosas cercanas. Está maravillado y se sienta en silencio: ¿dónde estaba? ¡Qué cambiadas le parecen estas cosas inmediatas y cercanas! ¡De qué terciopelo y encanto se hallan revestidas, sin embargo! Lanza hacia atrás una mirada de reconocimiento por sus viajes, por su dureza y su alienación de sí mismo, por sus miradas a lo lejos y sus vuelos de pájaro en las frías alturas. ¡Qué dicha no haberse quedado siempre “en su casa”, siempre en ella entregado a la regalada poltronería! ¡Qué estremecimiento inesperado! ¡Qué dicha incluso en la lasitud, en la antigua enfermedad, en las recaídas del convaleciente! ¡Cómo se complace en quedarse tranquilamente sentado con su mal, en hilar la paciencia, en acostarse a la puesta del sol! ¿Quién comprende, como él, la dicha que hay en invierno, en las sombras del sol contra el muro? Estos convalecientes, estos lagartos, medios vueltos a la vida, son los animales más agradecidos del mundo, y los más modestos: entre ellos los hay que no dejan pasar un día sin poner en la parte baja de su manto una breve leyenda panegírica. Y hablando seriamente: es una cura a fondo contra todo pesimismo (el cáncer –como es sabido– de los viejos idealistas y héroes de la mentira) caer enfermo a la manera de esos espíritus libres, seguir enfermo un buen lapso de tiempo y luego, lentamente, recobrar la salud, quiero decir una “mejor” salud. Hay una ciencia, ciencia de vivir, para administrarse a sí mismo, por mucho tiempo, la salud a pequeñas dosis.

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Un paso más en el proceso: y el espíritu libre comienza a acceder a la realidad de la vida, con lentitud y desconfianza. En una espiritualidad exquisita en donde se acentúan, se profundizan los sentimientos y simpatías. Es como si por primera vez se apreciara lo maravilloso de las cosas cercanas, terrenas. Está maravillado y se sienta en silencio ¿dónde estaba? ¡Qué cambiadas le parecen estas cosas inmediatas y cercanas! ¡De qué terciopelo y encanto se hallan revestidas, sin embargo!. Recuerda lo vivido, su valiente experiencia, su loca firmeza por haber tenido la voluntad de profundizar, de elevarse en el pensamiento. Feliz de haber podido elevarse por sobre la cómoda valorización en la que había vivido. Feliz de recordar todo el camino que recorrió. ¡Qué complacencia y tranquilidad le produce esta nueva conceptualidad en la que erradamente ven maldad, sin impacientarse, sin apurarse! ¿Quién comprende como él la felicidad que produce poder observar las cosas reales y disfrutarlas como tal, como realidad? Estos comediantes, estas personas que están accediendo a la iluminación de su intelecto, volviendo a una real vida, son los seres más agradecidos y modestos: No dejan pasar un día sin elogiarse interiormente por la situación que están viviendo. Y hablando seriamente: es un antídoto contra el pesimismo (el cáncer, el sentimiento que corroe a los idealistas y campeones para mantener mentiras) entrar en este proceso de liberación del espíritu, de la mente, por ir recobrando el intelecto, el “verdadero” intelecto. Hay una ciencia, la ciencia de la verdadera vida natural, la que enseña a sí mismo, por largo tiempo, en todas las pequeñas cosas observadas, el camino hacia lograr un gran intelecto para percibir una completa realidad.

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Por esta época, puede suceder en fin, entre los destellos súbitos de una salud aún incompleta, todavía sujeta a variaciones, que a los ojos del espíritu libre, cada vez más libre, comience a descubrirse el enigma de esa gran liberación que hasta entonces había esperado oscura, problemática, casi intangible, en su memoria. Cuando en otro tiempo apenas se atrevía a preguntarse: “¿Por qué tan apartado, tan solo, renunciando a todo lo que yo respetaba, renunciando a este respeto mismo, por qué esta dureza esta desconfianza, este odio hacia mis propias virtudes?”, ahora se atreve a plantear la pregunta en voz alta y oye ya algo así como una respuesta. “Tenías que llegar a ser dueño de ti, dueño también de tus propias virtudes. Antes ellas eran tus dueñas; pero no tienen derecho a ser más que tus instrumentos al lado de otros instrumentos. Tenías que adquirir el poder sobre tu pro y tu contra y aprender el arte de aceptarlos y desprenderte de ellos según tu fin superior del momento. Tenías que aprender a percibir el elemento de perspectiva de toda apreciación: la deformación, la distorsión y la aparente teleología de los horizontes y todo lo que concierne a la perspectiva: y también la dosis de indiferencia que hace falta respecto a los valores opuestos y a todas las pérdidas intelectuales con que se hace pagar todo Pro y todo Contra. Tenías que aprender a percibir lo que hay de injusticia necesaria en todo Pro y Contra, la injusticia como inseparable de la vida, la vida misma como condicionada por la perspectiva y su injusticia. Tenías ante todo que ver con tus propios ojos dónde hay siempre más injusticia, a saber: allí donde la vida tiene su desarrollo más mezquino, más estrecho, más pobre, más rudimentario y donde, sin embargo, no puede hacer más que tomarse así misma por fin y medida de las cosas, desmigajar y poner en tela de juicio furtiva, minuciosa y asiduamente, por amor a la conservación, lo que es más noble, más grande, más rico: tenías que ver con tus propios ojos el problema de la jerarquía, y la manera en que el vigor, la justeza y la extensión de la perspectiva crecen a un tiempo a medida que nos elevamos. “Tenías que...; basta, el espíritu libre sabe ya a qué “necesidad” obedeció y también cual es ahora su poder, cuál es, solamente ahora..., su derecho...

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En esta etapa, entre las súbitas variaciones de avance del proceso, puede suceder que ante una liberación cada vez mayor del espíritu comience a develarse el por qué de las interrogantes que anteriormente se hacía: “¿Por qué tan alejado del pensamiento común, tan solo, despreciando los valores que antes había respetado, renunciando a ese concepto mismo de respeto que tuve, por qué esa dura desconfianza y aversión hacia las virtudes (mal formadas) que tenía”, ahora está teniendo la capacidad de obtener las respuestas. “Tenías que llegar a liberar tu mente de falsedades que se habían adueñado de ella limitando tu amplitud de pensamiento, tenías que crear tus propias virtudes sujetas a la realidad, a la vida; las falsas virtudes que tenías anteriormente no te permitían pensar, te dominaban. Tenías que adquirir la capacidad de captar lo que te es conveniente e inconveniente y aprender el arte de comprenderlo y desprenderte de lo inconveniente en un adecuado orden jerárquico. Tenías que aprender a percibir en qué elementos están fundamentadas las perspectivas de las diferentes apreciaciones: elementos que las deforman, distorsionan, y las aparentes finalidades que se le atribuyen a causas naturales; y también el grado de indiferencia que se debe aplicar a la falsedad contenida en los valores que los hacen contradictorios y conllevan a una pérdida de intelecto. Tenías que aprender a percibir la necesidad de cometer “injusticia”, de atacar “injustamente” a los valores habituales, (injusto desde la perspectiva de la común valorización, para ellos es injusto que los refuten porque no se dan cuenta que están compuestos de falsedades) la vida necesita que refuten los valores habituales para poder desarrollarse en la realidad. Tenías que ver por ti mismo donde más injustamente se encuentra calificado el desarrollo de la vida, sin embargo es dónde se toma a si misma como único valor, carente de finalidades. Tenías que ver por ti mismo el orden de importancia de los valores y la manera en que el vigor, la justicia y la amplitud de la perspectiva crecen a medida que nos elevamos en el pensamiento. “Tenías que”...; basta, el espíritu libre sabe ya que por amor a la vida, a la conservación, al desarrollo, avanzó en el proceso de liberarse y adquirió ahora su propia voluntad, su poder..., su derecho... (voluntad desligada del dominio de las convicciones)

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De esta manera es como el espíritu libre se da una respuesta a este enigma de la liberación y acaba generalizando su caso, por decirse así, sobre lo que se produjo en su vida. “Lo que me sucedió –se dice– debe sucederle a todo hombre en quién una misión quiere tomar cuerpo y “venir al mundo”. El poder y la necesidad secreta de esta misión obrará bajo y en sus destinos individuales a una manera de una preñez inconsciente: mucho tiempo antes de que se haya dado cuenta el mismo de esta misión y conozca su nombre. Nuestra vocación nos domina, aún cuando todavía no la conozcamos; es el porvenir que dicta su conducta a nuestro hoy. Dado que es el problema de la jerarquía del que tenemos derecho a hablar, puesto que es nuestro problema a nuestros espíritus libres: hoy, en el mediodía de nuestra vida, comenzamos a comprender qué preparaciones, rodeos, pruebas, ensayos y disfraces eran necesarios en el problema que “osaban” plantear ante nosotros, y cómo debíamos, ante todo, experimentar en nuestra alma y nuestro cuerpo las dichas y desdichas más diversas y contradictorias, como aventureros, como circunnavegantes de este mundo interior que se llama “el hombre”, como agrimensores de todo “ más allá” y “relativamente superior” que se llama igualmente “el hombre” –lanzándose en todas las direcciones, casi sin miedo, sin desdeñar nada, ni perder nada, saboreándolo todo, purificándolo todo y, por así decir, pasándolo todo por la criba para separar todo lo accidental–, hasta que al fin tengamos el derecho de decir, nosotros, espíritus libres: “¡He aquí un problema nuevo! ¡He aquí una larga escala, por cuyos escalones hemos trepado nosotros mismos, escala que nosotros mismos: hemos sido en algún momento! ¡He aquí un Más allá, un Más allá profundo, un Por debajo de nosotros, una gradación de inmensa longitud, una jerarquía que vemos: he aquí... nuestro problema!”

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De esta manera es como el espíritu libre se da una respuesta respecto a este enigma de la liberación y acaba generalizando su caso, por decirse así, sobre lo que se produjo en su vida. “Lo que me sucedió –se dice– debe sucederle a todo hombre en quién una misión quiere tomar cuerpo y “venir al mundo”. El proceso de ampliación de la capacidad de pensamiento, de aumento del intelecto, se va incubando sin percatarse conscientemente. Es como una vocación que sin conocerla aún nos hace avanzar; es como si el conocimiento más adelantado, de un futuro, se presentara anticipadamente. Dado que es el problema del orden de importancia de los valores, del que tenemos derecho a hablar, puesto que es un problema que nosotros captamos: hoy, que ya se nos despejaron las sombras, las dudas, comenzamos a comprender a qué prejuicios de todo tipo teníamos que enfrentarnos, y aventurarnos en ellos como medidores terrenos de todo concepto del “más allá” y “seres superiores”, sin temor ir analizando todo, limpiando, colando las perspectivas para separar el azar de finalidades; hasta que por fin denominados espíritus libres tengamos el derecho de decir: “He aquí un largo camino que hemos recorrido nosotros mismos, en el que dejamos botados, lejos, en un más allá, las cosas falsas, porque vemos la importancia de haber purificado la realidad, presentándose como un nuevo problema para nosotros lograr que sea comprendida.

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No hay psicólogo ni arúspice a quien ni por un momento se le oculte a qué estadio de la evolución que acabo de describir pertenece (o, bien, ha sido situado) el presente libro. Pero ¿dónde hay psicólogos hoy? Indudablemente en Francia; tal vez en Rusia; desde luego en Alemania, no. Y no faltan razones para que los alemanes actuales puedan hacer de ello incluso un título de honor: tanto peor para un hombre cuya naturaleza y vocación son en este punto antialemanes. Este libro alemán, que ha sabido hallar lectores en un círculo extenso de países y de pueblos –hace casi diez años de esto– y que debe ser hábil para cualquier música o arte de tocar la flauta, por medio del cual puedan ser seducidos incluso rudos oídos extranjeros, es precisamente en Alemania donde ha sido leído más negligentemente, donde peor se ha entendido. ¿A qué se debe esto? –“Exige demasiado –me han respondido–, se dirige a hombres liberados de apremios groseros, requiere de inteligencias finas y delicadas, precisa lujo, lujo de ocio, de pureza de cielo y de corazón, de otium en el sentido más audaz: cosas buenas todas que nosotros los alemanes de hoy no podemos tener ni, por lo tanto, dar.”
Ante una respuesta tan graciosa, mi filosofía me aconseja que me calle y no llevar más lejos las preguntas; sobre todo cuando, en ciertos casos, como dice el proverbio, no se es filósofo más que... guardando silencio
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Niza, en la primavera de 1886.
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No hay psicólogo ni adivino que ni por un momento desconozca a qué período del proceso de evolución que acabo de describir pertenece este libro. Psicólogos indudablemente hay en Francia; tal vez en Rusia; pero en Alemania, no. Y no faltan razones para que los alemanes actuales se vanaglorien de ello; es por lo que en este punto soy antialemán por naturaleza y vocación. Este libro alemán, que ha sabido hallar lectores en un círculo extenso de países y de pueblos –hace casi diez años de esto– y que es apto para dirigirse a cualquier cultura ideológica, como incluso seducir a rudos oídos extranjeros, es precisamente en Alemania donde ha sido leído más negligentemente, donde peor se ha entendido. ¿A qué se debe esto? Me han respondido, “Exige demasiado, se dirige a hombres liberados del apremio de deberes groseros, requiere inteligencias finas y delicadas, precisa lujo, lujo del ocio, de pureza de cielo y de corazón, de otium en el sentido más audaz: cosas buenas todas que nosotros los alemanes de hoy no podemos tener ni, por tanto, dar”. Ante una respuesta tan graciosa, mi filosofía me aconseja que me calle y no llevar más lejos las preguntas; sobretodo cuando, en ciertos casos, como dice el proverbio, no se es filósofo más que... guardando silencio. (Es decir, consideran que es para ociosos, y ellos se sentirían denigrados de restarle tiempo a sus deberes para un ocio que les exigiría demasiado.)
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Niza, en la primavera de 1886.
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Nietzsche, se califica como un hombre “póstumo”: que nació adelantado a la época, en la que faltan muchas generaciones de progresiva liberación de falsedades culturales para comenzar a ser comprendido. Es por lo que se resigna a “guardar silencio”.
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Desde la perspectiva tradicional, es muy comprensible que la proposición de Nietzsche que mayor reticencia causa sea la eliminación de toda ideología, convicción, creencia, filosofía, amor, virtud, respeto, veneración, tolerancia, etc. Para no hacer tan extenso el listado, digamos: valores conceptuales existentes. Pero esto que se rechaza es lo básico de su pensamiento y a su vez la principal causa de no poder llegar a él. Lo común es preguntarse: ¿Qué razón de vivir nos deja? ¿Sólo un materialismo? ¿Y qué de nuestros valores, virtudes, espiritualidad, y de la moral? Decididamente, no lo aceptamos, queda fuera de todo “razonamiento lógico”. Déjenos señor Nietzsche, como estamos. Nuestros valores tendrán fallas, pero es preferible a quedar en la nada misma que “Ud. nos enseña”. Permítanos que nuestros sabios y genios de toda época continúen sus esfuerzos en investigar verdades y mejorar la humanidad. Un nihilismo no nos atrae. No podemos perder el sentido, la finalidad, del existir. Nietzsche, a este respecto dice: “El perder los valores habituales produce una etapa de la nada; –náusea, le llama–. Pero ésta comienza a ser superada cuando el hombre ya desligado de falsedades va encontrándose a sí mismo, descubriendo su propia virtud y espiritualidad, natural humana. Todo es humano, demasiado humano”. Nuestra limitada capacidad de pensamiento causada por una falsa concepción valórica es la que nos impide apreciar la importancia, la “jerarquía”, de lo fundamental de su pensamiento, y no poder “ver”, sentir, experimentar, apreciar, la maravillosa espiritualidad humana, desde la que empíricamente descartaríamos los falsos valores que habíamos tenido por verdaderos, al observarlos inteligentemente en su verdadera dimensión.

DAML

16 octubre 2006


Friedrich Wilhelm Nietzsche

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EJEMPLO: NIETZSCHE - COLORES
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At 17/10/06 10:39 PM, P. said...
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Estimado Sr.
Junto con saludarlo, me gustaría saber el significado de la ca de muchos colores, que expresa el autor en el libro "Así hablo Zarathustra".
De antemano
Muchas Gracias.
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At 18/10/06 5:41 PM, daml said...
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Sr. P.
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Nietzsche, usa la denominación "colores" para referirse a prejuicios, creencias, Etc. que se encuentran insertadas en nuestras culturas como "verdades" y rigen nuestra conceptualidad limitando el acceder a nuestra natural capacidad de pensamiento convirtiéndonos en "espíritus esclavos". El pre-juicio, como la palabra lo indica, es la incapacidad de analizar, de pensar, de enjuiciar un concepto porque este se encuentra "pre-juiciado" en nuestro subconsciente. Y quedamos incapacitados para pensar algo opuesto a él.
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Estos prejuicios son conceptos que devienen de invenciones, de falsedades, de mitos inventados milenariamente por el ser humano y se contraponen a la naturaleza de la vida, "atentan contra la vida y el desarrollo de la humanidad". Lo que más nos pide Nietzsche, es que seamos escépticos. Que hagamos un esfuerzo por liberar nuestra capacidad de pensar. Que los falsos conceptos establecidos en nuestros valores debemos comenzar a enjuiciarlos, a pensarlos, a "rumiarlos" y encaminarnos a una realidad conceptual ajustada a la naturaleza, desprendiéndonos de las falsedades valóricas que nos limitan el intelecto y disfrutar la existencia en plenitud. Dice:"No crean en mí.No quiero discípulos. Cuando crean en Uds. mismos volveré a Uds".
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La ciudad llamada "La Vaca de Muchos Colores". En la vaca predominan sólo dos colores. Por lo tanto si tiene "muchos", a excepción de los dos "naturales", el resto son falsos, inventados, no existen en la realidad; son "prejuicios", son creencias ilógicas convertidas en verdades, (para nosotros, verdades)pero en la realidad son mentiras.
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"La ciudad que amaba tanto". La amaba porque a pesar de la cantidad de prejuicios, existía la inquietud de pensar los conceptos, de "rumiarlos" como la vaca; la que rumia antes de digerir el alimento que se le ofrece.Metáfora La ciudad llamada La Vaca de Muchos Colores: Un lugar de muchos prejuicios, pero donde se hace un esfuerzo por liberarse de ellos aplicando pensamiento. Un ejemplo de esta situación es aplicable al Renacimiento. Muy valorado por Nietzsche, porque se estaban rescatando, comenzando a manifestarse, los naturales valores humanos y por consiguiente las potencialidades intelectuales. Dice que este excelente movimiento fue frenado por Lutero al reformar la Iglesia. Con la Reforma la atacó y por lo tanto... la fortaleció.
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Si desea una respuesta más amplia, y o, mayor explicación de lo expuesto, consúltenos nuevamente.
Atte.
DAML
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R said:
Mi consulta fue: ¿Qué es un espíritu libre?
En su respuesta a P., menciona "que los prejuicios y creencias nos convierten en espíritus esclavos porque nos limitan nuestra capacidad de pensamiento". No entiendo cómo las creencias pueden limitarnos el intelecto para pensar. Un espíritu libre ¿es un ateo?
24/10/06 8:07 PM
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RESPUESTA:
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Nietzsche, denomina como "espíritu" a la mente. "Liberación del espíritu", vendría siendo similar a despejar la mente para que esta funcione correctamente. Este concepto de "espiritu libre" está relacionado a lo medular de su incomprendido pensamiento, el que podríamos resumir como: "Las innaturales creencias, ideologías, convicciones, falsas verdades, Etc. esclavizan la mente del ser humano porque inponen obligaciones involuntarias (inconscientes (palabra no usada por él; Nietzsche usa el "tú debes") que atentan contra la vida e impiden pensar, analizar un concepto que se oponga a este mandato del "tú debes". Creer es... no pensar"
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Una persona adherida a una creencia, no sabe el por qué cree; cree porque sí, y no existe para ella argumentación válida que la anule.Un ejemplo práctico de este comportamiento mental tan difícil de comprender se da en las fobias (horror o temor a algo). En cuanto se presenta la situación u objeto fóbico la persona reacciona con temor irracional, desmesurado. Tiene todo el conocimiento necesario como para darse cuenta de la inxistencia de peligro, pero este conocimiento no se le ordena en su mente; sólo sabe que siente temor. Perdió su capacidad de pensar, de analizar la información que posee respecto al objeto fóbico. Si tiene la suerte de "liberarse" de su anomalía, comentará: "Era ridículo tenerle temor a algo sin importancia" Puede decirlo porque recuperó su capacidad de pensamiento que anteriormente se encontraba bloqueada en esa área. Se le ordenó el conocimiento. No necesitó adquirir más información de la que poseía para recuperar su calidad de vida, la que en algunos casos se ve bastante menoscabada.
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No basta con ser ateo o sentirse libre de creencias religiosas o de otro tipo para convertirse en un espíritu libre. Nietzsche dijo: "Las creencias están escondidas en los valores culturales. Se han mantenido los valores que originariamente fueron formados por creencias y mitos. El origen quedó en el olvido, pero su efecto persiste por medio de una valorización errada de qué es bueno y qué es malo"
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En el prólogo de HUMANO, DEMASIADO HUMANO, relata su propia experiencia de liberación del espíritu.Este tema es muy extenso.
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Lo iremos completando de acuerdo a las consultas que recibamos para una canalización más directa a las inquietudes resultantes.
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Atte.
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DAML
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